ENSEÑANZAS

CONSIGNA: DEBEMOS SER PRUDENTES Y ESCUDRIÑAR

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Históricamente las grandes crisis siempre dejaron enseñanzas, que con el paso del tiempo fueron olvidadas o dejadas de lado por quienes solo viven de mirar hacia adelante, pensando en el futuro más próximo.

Esta conducta del mundo se está agudizando en estas horas, cuando solo se piensa en volver urgentemente a la normalidad, tratando de no sufrir daños ni consecuencias.

En otras palabras: Creemos que todo será fácil, sencillo, sin consecuencias. Olvidando que el costo-cero no existe y que solo está en la mente de los falsos profetas que predican que todo está bien y que no hay de qué preocuparse.

Pero la realidad es muy distinta. El mundo no será igual cuando logremos superar esta dura prueba que estamos viviendo. Nada volverá a ser lo mismo ni nosotros seremos los mismos.

Por qué razón?

Porque si pretendemos imaginar que nada ha pasado, significará que no hemos aprendido ninguna lección, ni que hemos crecido como seres humanos ni que hemos comprendido que hay algo superior a nosotros.

Por eso el abanico de pensamientos es tan grande como diversos son los conceptos de vida que cada uno tiene. Y todos a su vez queremos que nuestras pérdidas mínimas.

Desde la miserable concepción que tenemos del dinero hasta el de no tener más a nuestro lado a los seres amados. Por eso hay quienes se quejan de todo.

De que no pueden mantener su vida social o de que tienen que atender a sus hijos en una brusca reunión de la familia. Pero nos podemos preguntar: NO es esto lo que se reclama de la sociedad, que se permita la vida familiar?

Ahora es cuando comienzan a surgir las grandes contradicciones del mundo y ahora es cuando podemos advertir como se nos ha engañado y se pretende seguir engañando, sobre el vivir como cada uno quiera y sin más limitaciones que nuestra propia ansiedad.

Y quienes nos llamamos hijos de Dios, también lamentamos o lamentaremos pérdidas? Es natural que lo hagamos, solo que si verdaderamente son pérdidas, tendremos el consuelo de su Amor y de su Misericordia.

Mientras tanto tenemos la obligación de cumplir con el Mandato de ayudar y cuidar al prójimo, tanto como a nosotros mismos. Jesús, como Luz del mundo, nos lo demanda!

Diego Acosta / Neide Ferreira

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