CALMA…DIOS SABE TODO

DEVOCIONAL

Tanto en la alegría como en la aflicción, nuestro ánimo sufre peligrosos movimientos que nos llevan desde sentirnos poderosos hasta hundirnos en la depresión.

Por qué nos comportamos de esta manera?

Creemos que por falta de confianza en el Todopoderoso, porque ignoramos tanto en un caso como en el otro, que ÉL sabe qué cosas somos capaces de soportar.

Si nos sentimos hombres especiales o si nos angustiamos hasta casi lo infinito, sencillamente es porque está fallando nuestra percepción de quién es realmente Dios.

Nunca podríamos creernos seres superiores, si tuviéramos la verdadera perspectiva de quién nos ha Creado. Del mismo modo tampoco deberíamos hundirnos por el dolor.

Cuando afirmamos que Dios Sabe la medida de nuestra capacidad tanto para la alegría como para el sufrimiento, tenemos plena conciencia de su Poder.

ÉL nos ha prometido que nunca tendremos más de lo que podamos soportar. Entonces por qué reaccionamos perdiendo la calma?

Diego Acosta / Neide Ferreira

LA DEPRESIÓN -4-

Publicamos el último de cuatro comentarios.

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;
porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Mateo 11:28-30

Quizás, podamos poco a poco, recuperar objetivos interesantes para nuestras vidas y en lugar de sentirnos olvidados, relegados, inútiles de toda inutilidad, y entender, que podemos ser mucho más esenciales de lo que nunca nos podamos haber imaginado.

Hace un tiempo, conocimos por la televisión, a un señor muy mayor, que durante 30 años, si, 30 años! había concurrido todos los días, a un hospital a visitar a los enfermos.

Su experiencia, era muy conmovedora, porque podía citar casos y casos, en los que había sido muy importante, para personas que precisaban, solamente un poco de compañía un saludo amistoso, una pregunta oportuna o también una cálida sonrisa.

Todo eso fue precioso como testimonio. Pero, lo más importante para esta persona, transmitía de todo lo que le había pasado en los últimos 30 años, era la expresión  que tenía en su rostro. Mirarlo era mucho más importante que escucharlo.

Su expresión, daba testimonio de lo maravilloso que había sido el resultado de invertir casi media vida, en visitar a los enfermos de un hospital.

Era un hombre rico? No.

Era un hombre preparado? No.

Era un hombre con talentos? No.

Era un hombre especial en algún sentido? No.

Era un hombre al que le sobraba el tiempo? No.

Era un ser extraordinario? No.

Si pensamos en todas las respuestas, apreciaremos que simplemente podíamos ver en la televisión, a un hombre que se había dado cuenta, que para darle un contenido a su vida, tenía que simplemente no hacer  algo para él, sino para los demás. Ese simple cambio, fue fundamental.

Había modificado el centro de gravedad de su existencia, desde lo personal y muy íntimo, a volcar toda su voluntad de sentirse útil, sirviendo a los demás.

Y queda una pregunta que no nos hemos hecho todavía?

Ese señor, conocía la depresión?

Claro que la conocía, pero por lo que había visto en el hospital, con los enfermos, no porque en su vida fuera una realidad.

El, simplemente con su actitud de servir a los demás, había ayudado a salvar de la depresión a muchos hombres y mujeres, que estaban profundamente tristes, por verse atados a una cama, por haber perdido su salud.

Con este caso, podemos ilustrar perfectamente la idea, de lo que significa el perder el interés por una cosa, o lo que significa centrar el interés en otras cosas. Este pensamiento, es mucho más importante todavía, si se trata de convertir a las cosas en personas.

O lo que sería lo mismo que decir, que dejemos de pensar en nuestras circunstancias y centremos nuestra mirada, a nuestro alrededor, para poder apreciar cuánta necesidad hay, de un tiempo para escuchar o de un breve momento para sonreír.

OLVIDEMOS NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS Y PENSEMOS EN LAS NECESIDADES DE OTRAS PERSONAS. No pensemos en servirnos ni en ser servidos, SIRVAMOS A LOS DEMAS.

Y sobre todo, seamos sabios: no permitamos que ese perro llamado Depresión, nos vuelva a morder!

Diego Acosta

www.septimomilenio.com