DOS MUNDOS

Vivimos con la posibilidad permanente de ser parte de una lucha que se libra no al alcance de nuestra vista, pero que es absolutamente real y tangible.

Estamos hablando de la lucha que debemos mantener como hijos de Dios para vivir en el mundo que nos rodea, para superar todas las dificultades y trampas que se nos plantean a diario.

Jesús oró por nosotros no para que nos quitara del mundo, sino para que nos guardara de allí la importancia que tiene que seamos plenamente conscientes de esta lucha.

Estamos en el mundo para influir, para ser Luz y para ser Sal y por tanto no nos debemos dejar seducir por las argucias del mundo ni por sus atractivos que muchas veces tienen una forma de exhibirse prodigiosa.

Estamos hablando de todas  las atractivas tentaciones que se nos presentan bajo los falsos argumentos que nos inducen a pensar que son para que los hombres vivamos mejor.

Para atraernos a un mundo tan maravillosamente grato en la superficie y tan profundamente cruel en cuanto superamos las pompas de jabón que lo rodean.

No debemos de temer de ser parte de la lucha de lo espiritual contra lo material, porque sabemos que finalmente el Bien prevalecerá sobre el mal y que el triunfo final será de nuestro Señor.

Juan 17:15
Diego Acosta García

AFERRARNOS

Conversando con un hermano que está viviendo una difícil situación personal, comentaba que en tiempos como estos lo único que se debe hacer es no rendirse.

En ese contexto hablaba de su actitud personal ante la adversidad, es decir no entregarse ni al desánimo ni a la apatía, que se podrían justificar plenamente vistas las circunstancias.

Por qué no debemos rendirnos? Esta era la cuestión que se planteaba y afirmaba que él comprendió más que nunca que en la hora de la vicisitud es cuando más nos debemos acercar a Dios.

Esa era la clave para afrontar cualquier situación en la que pensamos que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas y cuando comenzamos a dudar acerca de los propósitos del Señor para nuestras vidas.

En cada situación, en cada momento de lucha por difícil y hasta penoso que resulte, siempre encontraremos las razones del Eterno para guiarnos hacia nuevos caminos.

Es en esos momentos cuando no comprendemos lo que está ocurriendo, ni con nuestra vida ni con nuestro llamado ministerial, es cuando debemos apelar sin ninguna clase de reservar a nuestro Creador.

Cuando actuamos de esta manera advertimos que por grande que sea la dificultad, mayor es nuestro Dios y mayor es su Poder frente a cualquier tipo de acechanza.

No nos soltemos de la mano del Señor en ninguna circunstancia, porque aferrados de su mano podremos avanzar aún cuando pensemos que estamos yendo hacia atrás. No lo olvidemos!.

Salmos 9:10
Diego Acosta García

INESTABLES

Hay quienes son extremadamente sensibles a los cambios que se verifican a su alrededor y pasan de un estado de ánimo a otro con la misma facilidad con que se pasan las hojas de un libro.

Resulta evidente que esto no es bueno ni para quienes viven de esta manera ni tampoco para quienes viven a su lado, porque esos continuos cambios crean incertidumbre.

Esta cuestión que parece intrascendente adquiere especial significación cuando se trata de que los cambios afecten no solo a los estados de ánimos sino también a las creencias personales.

En este caso la temática adquiere un valor de otro tipo porque afecta directamente a la naturaleza misma de quienes nos llamamos hijos de Dios y a los fundamentos de esa condición.

Sabemos que el Señor es Inmutable, que no hay vaivenes de ningún tipo y por lo tanto esa condición lo convierte en una sólida Roca en la cual apoyarnos en los momentos de incertidumbre.

De allí que nuestros vaivenes de ánimo puedan ser entendidos, pero no los vaivenes de nuestras creencias porque demuestran que nuestras convicciones no están debidamente afirmadas.

Debemos pensar en estos estados que nos convierten en inestables delante de los hombres, que deberían ver en nosotros a personas seguras y con dominio propio. Si el Señor es nuestra Roca, vivamos afirmados en ella!.  

Deuteronomio 32:4
Diego Acosta García

LO PEQUEÑO


Hace bastante tiempo en una reunión de hombres de la una Iglesia, uno de los asistentes dio una gran lección a todos quienes participábamos, poniendo su propio caso como ejemplo.

Esta persona a punto de jubilarse en su trabajo dijo que él siempre había sido un hombre humilde, que con mucho esfuerzo había conseguido que sus hijos estudiaran y que en el final de su vida laboral se declaraba muy contento.

Esto resultó chocante para la mayoría de los que estábamos en la reunión, sobre todo porque conocíamos que este hombre tenía modestas funciones laborales.

Pero este inolvidable y querido hermano dijo algo más: Soy consciente que en la Iglesia también tengo funciones que muy pocos quieren hacer, pero yo las hago porque es mi manera de servir al Señor, con humildad.

El tono de la reunión cambió radicalmente porque todos nos sentimos afectados por las palabras de este hermano que estaba dando una magistral clase de estudio bíblico sobre la humildad.

En ese mismo día nos preguntamos: Que es la humildad? Somos verdaderamente humildes o buscamos parecer humildes?

La respuesta es tan sencilla y compleja, que podemos caer en la tentación de adecuarla a nuestras circunstancias personales. Pero  la humildad será siempre no buscar más protagonismo que el que el Señor nos mande.

Salmos 10:17
Diego Acosta García

NUESTRO TIEMPO

Cada uno de nosotros seguramente tiene una idea de lo que significa el tiempo, pero rara vez lo relacionamos con nuestra propia existencia, con los años que viviremos.

Será porque desde que comenzamos a tomar conciencia de lo que significa vivir, casi inmediatamente también nos encontramos con la realidad que algún día llegará nuestro final.

Para muchos esta es una cuestión de la que es mejor ni hablar, porque nos remitimos al momento del fin y cuando llegue llegará, teniendo una especie de olvido calculado.

Pero, es esta una manera de enfrentarnos con la realidad de la vida y de su final? Por qué no pensamos realmente en lo que significa el proceso que se inicia cuando nacemos?

Seguramente porque para las personas del mundo, el desconocimiento de todo lo relacionado con la muerte es altamente preocupante, angustiante e incluso aterrador.

Sin embargo para los que hemos tenido el privilegio inmerecido de conocer al Señor, la perspectiva del tiempo se modifica radicalmente, porque sabemos que cuando se termina el tiempo físico comenzará otro, maravilloso.

Por esta razón es que resulta imperioso que llevemos el mensaje de Esperanza a quienes todavía no conocen al Señor, para que comprendan el verdadero valor del tiempo.

Esta misión  nos debe servir para recordar que somos también mayordomos de nuestro tiempo, por el que un día tendremos que rendir cuentas ante el Señor. Vivamos sin miedo y buscando servir cada día más!.

Deuteronomio 32:7
Diego Acosta García

EL MOLDE

Tal vez sin advertirlo tratamos de unificar los criterios con relación a las personas y también a sus modos de obrar, como si tratáramos de establecer un molde que fuera común a todos.

Este sistema de pensar y de obrar desde luego que tiene su buena intención, pero también tiene sus riesgos porque obrando sobre personas que no fuimos creadas iguales, en ningún caso.

El ser parecido a otro, no significa que seamos iguales porque el Creador nos hizo diferentes a todos, con lo que el principio de crear un molde no tiene un buen sustento.

Si no fuimos creados iguales, por qué pretendemos establecer un molde para todos? Creemos que es un intento de lograr que tengamos comportamientos que puedan parecerse a la unidad que se nos reclama.

Pero si analizamos tanto el molde como la unidad, advertiremos que espiritualmente también son incompatibles. La tan necesaria unidad se conseguirá por los objetivos comunes, en la mayoría de los casos.

Buscar la unidad a través de un molde que ajuste las maneras y las actitudes de los demás, difícilmente conseguirá otra cosa que poner en práctica intentos que en la vida de los países resultaron un gran fracaso.

Respetemos lo que el Eterno ha creado, sabiendo que no somos iguales y que las diferencias contribuyen a que desarrollemos no solo la paciencia y la tolerancia, sino también el Amor y la Misericordia.

Efesios 2:10
Diego Acosta García

ABATIMIENTO?

Un hermano comentaba que se había apoderado de su ánimo un gran abatimiento al ver todas las cosas que ocurren en el mundo y que no podemos controlar.

Estaba seguro que además nada se podía hacer por lo que ocurría y se preguntaba cuál era el papel que teníamos los creyentes frente a todas esas cuestiones tan tremendas.

Eso era abatimiento… un sin saber de cómo enfrentar a una realidad que efectivamente, puede tener efectos paralizantes sobre nuestras vidas si permitimos que nos dominen las circunstancias.

De eso precisamente nos habla la Palabra, cuando nos advierte que debemos volar como águilas y no dar saltitos como aves de corral, porque hemos sido llamados a volar alto y no a estar en la tierra.

Es probable que este tipo de situaciones nos ocurran cuando no somos capaces de advertir que estamos participando de una lucha entre el Bien y el mal.

Que formamos parte del Ejército del Bien y que nuestro General es el triunfador final en esta batalla, que es verdad que nos puede intimidar, pero por eso es necesario recordar en todo momento quién es el Señor y cuál es su Poder.

No se trata de vivir alocadamente y menos de dar batallas por nuestra cuenta, pero sí es necesario advertir que de nuestra entereza se servirá el Eterno. No miremos las circunstancias, miremos hacia lo Alto.

Salmos 136:23
Diego Acosta García

LOS HECHOS

Generalmente nuestras palabras rebozan firmeza y contundencia con relación a las cosas de Dios, pero las palabras son solamente palabras si no están acompañadas por los hechos.

Nos podemos constituir fácilmente en grandes fiscales de la vida de los demás, pero siempre tendremos sobre nuestras vidas la necesidad de confrontar nuestros propios hechos.

Por estas razones la Palabra de Dios nos recomienda la mesura, la prudencia, ser sensatos y tener el máximo cuidado con nuestras palabras para no caer en graves errores.

Si verdaderamente creemos que somos superiores a los demás por nuestra vida espiritual, también tendremos que mostrar que nuestra vida es superior a la de las demás personas.

No será solamente cuestión de declaraciones sino también de poder ejemplificar con el testimonio de nuestra conducta, que lo que decimos es lo que hacemos.

Tristemente nos encontramos con casos que atribulan nuestro corazón porque pensamos que quienes tienen determinados comportamientos, se están exponiendo al Juicio, no de los hombres sino al de Dios.

Tal vez la mansedumbre y la humildad sean el mejor camino no para juzgar a los demás, sino para ayudar a los demás a superarse y encaminar su vida espiritual.

Cada vez que juzguemos tendremos que demostrar que lo hacemos con el respaldo que nos otorga nuestro propio testimonio y entonces y solo entonces, sí podremos decir que predicamos con el ejemplo.

Job 16:19
Diego Acosta García

RECIBIR

En una ocasión una persona comentó que era tan orgullosa como un mendigo de su país, que se ofenden cuando los ayudan, con lo que estaba denotando el grado de su vanidad y también de su dificultad para recibir.

Porque si nos negamos a recibir ayuda, como es posible que podamos vivir en un mundo donde cada día más pareciera que no hay lugar ni para la bondad ni tampoco para la flaqueza?.

Se precisa en algunas ocasiones mucha valentía para admitir que estamos precisando que alguien se ocupe de nosotros, que alguien piense en estar a nuestro lado.

Esta incapacidad para recibir va tornando nuestro carácter primero y nuestro corazón después, en una sólida masa de resentimiento y amargura, porque no recibimos lo que precisamos y porque no sabemos a quién culpar por ello.

Cuando Jesús habló de ayudar al pobre, al necesitado, estaba dejando un mensaje de una profundidad impresionante, porque nos estaba ayudando a pensar en nuestras propias limitaciones.

Si no somos capaces de admitir que estamos necesitados de cualquier tipo de ayuda, como la vamos a recibir? Solamente con humildad en el corazón, podremos aceptar que alguien nos regale, aunque sea una sonrisa. Ni el perdón imprescindible para cambiar de vida.

Salmos 94:17
Diego Acosta García

HERIDOS

La Iglesia es un lugar donde cuidamos a los heridos y no herimos a las personas en el nombre de Jesús. Esta rotunda frase nos debe llamar a la reflexión más profunda.

Es verdad que la Iglesia debe cuidar a los heridos. Pero: Por qué nos sorprende tanto el hecho de que se diga que no debemos herir a las personas en el nombre de Jesús?

Esto supone poniendo la frase por la afirmativa, que efectivamente se hieren a las personas en la Iglesia. O sería más correcto decir que se hiere a algunas personas en algunas Iglesias.

Sea como sea la cuestión es tan preocupante que debemos comenzar por nosotros mismos con el tema. Acaso alguna vez fuimos heridos? Acaso alguna vez herimos a algún hermano?

Es probable que tengamos que responder afirmativamente a la pregunta de si fuimos heridos. Pero en cambio podríamos decir que es seguro que hayamos herido a algún hermano o a alguna hermana.

Debemos pensar que las peores heridas las provoca nuestra boca, lo que decimos, lo que hablamos con los demás acerca de una determinada persona.

Pensemos en esto para que no haya más heridos en la Iglesia y la única forma de conseguirlo será usando nuestras palabras con prudencia y nuestros comentarios con la mayor mesura.

Jesús nos mandó a amar al prójimo y también a nuestros enemigos. Como no habríamos de amar a nuestros hermanos de congregación? Recordemos que el amor y la misericordia no deben ser palabras, deben ser hechos!

Job 4:4
Diego Acosta García