CONTIENDAS

Cada vez es más frecuente que tomemos contacto con la triste realidad que se vive en muchas congregaciones, donde pareciera que en lugar de ser hermanos estamos formando parte de grupos enfrentados en una batalla.

Es una tristísima realidad porque detrás de estos hechos se puede advertir que está el afán por lograr poder, más poder o todo el poder, en lugar de servir con alegría al Señor.

La Iglesia se convierte de esta manera en un aspecto muestrario de actitudes que nada tienen que ver como el espíritu del Cuerpo de Cristo, el Cuerpo que debería servir al Señor.

Pablo advirtió a la Iglesia acerca de estos hechos, destacando que estos episodios contribuyen a la destrucción y no a la edificación, anulando así el verdadero propósito de su creación.

Es fundamental que reflexionemos cuál es nuestro rol en lo que está ocurriendo en la congregación, para rectificar con humildad y sabiduría aquello que estamos haciendo mal.

La vida de la Iglesia no se puede ver amenazada por los afanes personales, por el protagonismo desmedido o por la conquista de poder. La Iglesia es del Señor y debemos ser sus fieles servidores.  

Filipenses 2:3
Diego Acosta García

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