LA BIBLIA ENSEÑA

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EL JUICIO DE JEHOVÁ A LA MALDAD DE LOS HOMBRES – II

Génesis 6:3

Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años.

El Espíritu de Dios forma parte relevante de este tiempo que llega hasta nosotros a través del Antiguo Testamento.

En otras traducciones se menciona que el espíritu que Dios le concedió a los seres humanos no permanecería en ellos para siempre, por cuánto somos seres mortales.

Jehová estableció entonces un plazo de ciento veinte años para que los hombres pudieran recapacitar con relación a su vida pecaminosa.

En otras palabras: Jehová anunciaba a los hombres que su paciencia no se extendería indefinidamente y que tenía un límite muy preciso: 120 años.

Era el tiempo que mediaría desde ese momento hasta que se produjera el castigo por la maldad.

Génesis 6:4

 Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.

Se nos hace en este versículo una importante revelación. Se menciona que había gigantes en aquellos tiempos y para hacerlo se utiliza la expresión en hebreo transliterada nefilins, que eran hombres caídos o depravados. La condición de gigantes los hacía aparecer a los pueblos de la época, como héroes de la antigüedad. En tanto que para Dios solo eran perversos, violentos, impíos y pecadores, que formarían parte de las personas que serían afectadas por la destrucción que se avecinaba. Tiene esta situación un claro anuncio para las generaciones futuras y en especial, para las nuestras, acerca del castigo por el pecado, Mateo Capítulo 24 y en especial su último versículo 51, donde Jesús anuncia el lloro y el crujir de dientes.

Estos pasajes anunciadores del castigo, nos deben hacer reflexionar acerca de una cuestión de la que nos olvidamos muy fácilmente. La paciencia de Dios con los hombres nunca fue indefinida y siempre tuvo límites. Por eso buscó un justo antes del Diluvio, para salvar al remanente de la humanidad y para que se perpetuara la Creación sobre la Tierra.

Diego Acosta

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