PODEROSO

En el Libro de Génesis en el Capítulo 10 se mencionan los descendientes de Noé y nos detendremos especialmente en uno.

Se trata de Cam, que engendró a Cus quién sería el padre del primer poderoso de la Tierra.

Nimrod es descripto como un poderoso cazador delante de Jehová, también fue protagonista de un episodio singular en la historia humana.

El Eterno había mandado a los descendientes de los tres hijos de Noé que se esparcieran sobre la Tierra luego de la destrucción que produjo el Diluvio.

Nimrod y los suyos cumplieron en parte el mandamiento, ya que cuando llegaron a una llanura, decidieron permanecer en ella.

Y no solamente eso, sino que además decidió Nimrod construir una torre que llegaría hasta el cielo.  Esta imagen encierra evidentemente un sentido figurado.

La razón es que en esa llanura de la actual Irak no había piedras, por lo que todas las construcciones debían con  barro que se secaba formando los ladrillos, por lo nunca podrían lograr una gran altura.

Pero esa torre que también podemos reconocer como el azimut característico de la región, era un símbolo de la actitud que había en el corazón de Nimrod.

Ante ello Jehová comprobó lo que hacían aquellos hombres y decidió castigarlos confundiendo sus lenguas, de manera que no pudieran comunicarse de la forma en la que lo venían haciendo.

De allí surgió la expresión de la torre de Babel, para hablar de las lenguas y de las dificultades que generaron a las generaciones futuras.

Llama la atención que recordemos a Nimrod por la construcción de la torre de Babel, que fue un desafío a Dios. Y no nos detengamos en el hecho principal por el que debemos reconocer al hijo de Cus, como el primer poderoso de la tierra.

Nimrod desafió al Altísimo, interrumpiendo su marcha e incumpliendo el mandato de dispersarse. En esa decisión radica que el nieto de Cam fuera el primer hombre que desafiara a Dios, por eso se lo designa como poderoso.

Este ejemplo nos debe hacer reflexionar acerca de nuestras actitudes,  para controlar al poderoso que guardamos en nuestro corazón. Para que no se rebele nunca contra Dios.

Diego Acosta

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