Con sorpresa y con tristeza asistimos a la polémica iniciada por las acusaciones que denunció un judío, acerca de que él y sus antepasados cargaban con la muerte de Jesús.
La sorpresa se origina en que cuesta creer que todavía haya personas que no entiendan que ese argumento fue utilizado durante años por la iglesia católica para denostar a los judíos.
Tristeza, porque cuesta creer que quienes nos llamamos hijos de Dios no sepamos comprender que en el grandioso Plan de Salvación
para los hombres, el sacrificio de la cruz era indispensable.
No podemos permanecer indiferentes ante este tipo de situaciones que nos obligan a pensar seriamente, en lo que nos han enseñado y en lo que enseñamos.
Para evitar que los errores del pasado los repitamos en el futuro, recordemos que este tipo de afirmaciones siempre provocan desasosiego e incertidumbre en los hombres y mujeres con poca experiencia en las cosas del Señor.
Cada día que pasa se agigantan nuestras responsabilidades con relación a los tiempos que nos toca vivir y también para enseñar a quienes nos sucederán, en horas que serán todavía más difíciles.
Debemos afirmarnos en la Verdad y esa Verdad es la que nos guiará hacia las respuestas categóricas. Si somos coherederos del Pueblo del Señor, como podemos acusar al Pueblo de la Promesa?
Gálatas 3:29
Diego Acosta García


