EL CASO GALILEI

Dibujos de Galileo Galilei

 

LA OTRA HISTORIA

El hombre que es considerado el Padre de la Física y la Astronomía y más aún, el Padre de la Ciencia, afrontó durante su vida un largo conflicto con la inquisición de la iglesia católica romana.

Galileo Galilei estudio, defendió y consolidó los términos de una visión del universo diferente a la propuesta que sostuvo Roma durante siglos.

El monje y erudito polaco Nicolás Copérnico elaboró la teoría que el sistema del que forma parte la Tierra, gira en torno al sol.

Contrariando la teoría heliocéntrica, que sostenía que era la tierra el centro del universo conocido. Postura que era mantenida por los católicos. Era lo que había enseñado Aristóteles y por otro destacado griego: Ptolomeo.

El movimiento copernicano fue seguido por dos científicos de relevancia: el alemán Johannes Kepler y el protestante inglés Isaac Newton. Y sería Galileo Galilei quién ratificaría todo lo estudiado hasta entonces.

Publica entonces su célebre Diálogo sobre los dos sistemas mundiales, que inicialmente fue permitido, pero luego prohibido por el papa Urbano VIII.

Así en un largo proceso la inquisición declara hereje al gran genio del Renacimiento, es detenido, excarcelado, vuelto a detener, mientras la evidencia mostraba que aquello que Copérnico había descripto era rotundamente cierto.

Tal vez el caso de Galileo Galilei fue el más emblemático de los enfrentamientos entre las creencias y la ciencia. Más concretamente entre lo que sostenía el Vaticano, con relación al trabajo de los grandes científicos de la Edad Media.

Sin embargo, debe recordarse que el genio italiano, tuvo un profundo amor y respeto por Dios y su Creación, tal como lo expuso en sus cartas a su hija Celeste, monja interna en un convento.

Galileo Galilei dejó como legado estas bellas palabras que ejemplifican su creencia profunda en Dios:

«Dios es conocido por la naturaleza en Sus obras, y por la doctrina en Su Palabra revelada.»

«La Sagrada Escritura y la naturaleza proceden igualmente de la Palabra Divina; la primera, como dictada del Espíritu Santo, la segunda como ejecutora perfectamente fiel de las órdenes de Dios.»

«Recordando que la sabiduría y el poder y la bondad del Creador en ninguna parte se exhibe tan bien como en los cielos y en los cuerpos celestes, podemos fácilmente reconocer el gran mérito de Él, que ha formado estos cuerpos para nuestro conocimiento y que, independientemente de su casi infinita distancia, los ha hecho fácilmente visibles”.

Frente al Eterno debemos obrar con temor y temblor!

Diego Acosta

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