LA RAZÓN

 

 

CONGREGACIÓN

SÉPTIMO MILENIO

 

La existencia de Dios o su negación, es una de las cuestiones más antiguas que han debatido los hombres.

La utilización de argumentos para afirmar o para rebatir la existencia de un Ser Todopoderoso, es lo que llamamos el uso de la razón.

La capacidad que tenemos los humanos para analizar según nuestro convencimiento, lo que es real de lo que no lo es.

Ese es el gran debate en torno a Dios!

Los hombres en nuestra casi infinita capacidad para discutir sobre cualquier asunto, lo conozcamos en profundidad o simplemente quedándonos en lo superficial y lo elemental.

Pareciera que más importante que llegar al fondo de la cuestión, lo importante es debatir.

Incluso existen métodos para afirmar la creencia de la existencia del Eterno o para negarla. Métodos que incluso llegan a tener el valor de verdaderas tesis.

Como es evidente, estamos hablando de la capacidad humana por debatir, por discutir, pero que no asegura que sea buena o que sea la mejor.

Pensando en esta cuestión tan profunda, hacemos memoria de los casos que conocemos en forma directa o por comentarios, acerca de cómo los humanos consideramos la existencia del Creador en situaciones extremas.

Quizás la más importante de todas, es la del momento en que lúcidamente sabemos que estamos afrontando el tiempo final de la existencia.

En el momento de la muerte, cuántos hombres duros, valientes, prepotentes  se sintieron con el miedo a lo desconocido.

Y entonces invocaron a Dios!

Al mismo Todopoderoso que negaron, que repudiaron, que fue objeto de burlas o de los más variados argumentos que la razón puede elaborar.

En ese momento crucial, Dios dejó de ser el Ser malo que permitía catástrofes o terribles dramas personales. Ahora en el final, apelamos a ÉL como recurso supremo para mitigar el terror lo desconocido.

Ya no hay tiempo para debates ni para argumentaciones. Solamente sabemos que lo necesitamos y que ÉL puede ser nuestro Consuelo.

La razón ha perdido la batalla con la fe!

No hay ningún argumento superior al de la necesidad de creer que Dios existe y que en Él la confianza ante lo desconocido, nos hace perder el terror y ansiamos solamente estar con ÉL.

Diego Acosta

www.septimomilenio.com

Quemar casas, iglesias y hospitales

 
Publicamos un comentario publicado por el Diario La Razón de España, por considerar de especial interés su contenido.

El Daesh, el Estado Islámico, en su estrategia de extender el terror y causar en los países occidentales el mayor número de víctimas, incluidos mujeres y niños, ha pedido a sus «combatientes» que, sin la «más mínima pérdida de tiempo», provoquen matanzas mediante el incendio de lugares en los que se reúnen los «infieles». Al parecer, la utilización de camiones, como ocurrió en Niza y Berlín, no es suficiente y hay que dar un paso adelante.

En concreto, los cabecillas de la banda yihadista proponen en el último número de su revista «Rumiyah» que los incendios sean provocados en «casas y edificios de apartamentos, urbanizaciones, zonas forestales o residenciales, fábricas de automóviles, tiendas de muebles y de ropa, gasolineras, hospitales, bares, discotecas, clubes nocturnos, bancos, escuelas, universidades, iglesias…». «Las opciones son amplias y no hay excusa para el retraso», subrayan.

Tras referirse a los «sacrificios» de los «hermanos Abul Bara al Tunisi (Anis al Amri), que aplastó a los adoradores de la cruz en el mercado de Navidad de Berlín, y a Abdur Razzaq, que aterrorizó a los paganos americanos en la Universidad de Ohio», señalan que «con su sangre provocaron un estado de angustia y terror que ha atormentado a los incrédulos, una respuesta apropiada a la cruzada contra el islam». Destacan que «en la historia y hasta el día de hoy, los atentados incendiarios han desempeñado un papel importante en la guerra moderna y de guerrillas».

Tras referirse a acciones criminales perpetradas con incendios en Rusia y Palestina, subrayan que este tipo de atentados son sencillos de cometer, ya que los materiales necesarios son de fácil acceso y facilitan una campaña de «terror justo». «El incendio provocado, como lo debe hacer el muyahidín [combatiente], consiste en iniciar los fuegos usando materiales inflamables para destruir el mundo de los cruzados y matarlos para enviarlos al infierno». «Todo lo que requiere el muyahidín es disponer de material inflamable, buscar el objetivo y determinar la mejor hora para ejecutarlo».

«El momento de la acción –agrega en sus instrucciones– es importante, especialmente en lo que se refiere a determinados edificios. Se debe elegir el momento en el que haya el menor movimiento, desde la última parte de la noche hasta las primeras horas de la mañana, cuando la gente duerme. En el caso de los edificios residenciales, antes de ejecutar el ataque se debe estudiar el objetivo e identificar las salidas». Se da a entender que es con fin de bloquearlas por medio del fuego que se provocará en determinados lugares. El objetivo es, incluso, evitar la evacuación a través de ventanas y balcones. «Esta información [se indica en el número 5 de la revista] ayudará en la ejecución y aumentará la probabilidad de matar o herir de manera escandalosa a los que están dentro». Agrega que el fuego se debe iniciar mediante la colocación de artefactos [de los que no se dan detalles por razones obvias] en lugares concretos. El objetivo es que nadie pueda escapar ni siquiera saltando por las ventanas». En el caso de que al terrorista le resulte complicado acceder al edificio por la noche, se aconseja hacerlo durante el día y permanecer escondido en su interior hasta el momento del ataque.

Incluyen consejos que resultan obvios, pero que dan idea del nivel intelectual de los llamados «muyahidines»: «Los incendios forestales requieren que la zona objetivo sea seca y no un ambiente húmedo». Eso sí, hay que colocarse a prudente distancia del artefacto cuando haga explosión.

Como suele ocurrir siempre con el Estado Islámico, se incluye la parte «teórica»: «Uno debe esforzarse por maximizar el terror ‘justo’ que inflige, ejecutando múltiples ataques simultáneos, siguiendo las mismas pautas. Después, hay que reclamar la responsabilidad por el ataque por diversos medios, como dejar escrito el nombre del Estado Islámico con pintura cerca del objetivo; o dejar un pedazo de papel en el que se expongan los motivos del ataque para burlarse y enojar a los incrédulos». «El papel puede ser pegado a un ladrillo y luego arrojado a través de la ventana de una propiedad ocupada cerca del escenario del ataque». «Los ataques incendiarios –subraya «Rumiyah»– no deben ser menospreciados. Causan gran destrucción económica, estrago emocional y se pueden repetir».

J. M- Zuloaga