A veces pienso, observando mi propia vida, que tengo algunas ataduras que están sujetas por un candado… del que yo mismo tengo la llave.
Parece bastante contradictoria esta afirmación, porque es difícil de explicar si yo tengo las llaves de esas ataduras, cómo es que sigo encadenado?
La explicación tiene una enorme sencillez y a la vez una enorme complejidad!
Las ataduras de las que hablo, no son solamente las que se originan en los pecados y en las iniquidades que cometo.
Son los hechos atávicos…los atavismos los que no me dejan ser completamente libre, siendo como creo ser un hijo de Dios.
Cuáles son algunos de esos atavismos:
Estar aferrado al pasado.
Estar permanentemente comparando mi vida con la de los demás.
Estar imaginando cosas que son tan irreales como absurdas.
Estar esperando que ocurran hechos maravillosos, ignorando los que ya han ocurrido.
Estar deseando tener una vida diferente, si ya es distinta por la Obra de Jesús.
Estar…
La lista se me ocurre interminable y por eso tengo en mis manos la llave con la que me podría liberar…y no lo hago, porque el peso de los atavismos es todavía demasiado grande en mi vida.
Es evidente que debo dar un paso de fe hacia una nueva forma de vivir, lejos del pasado, lejos de las fantasías, lejos de las propuestas del mundo.
Si tengo la posibilidad de vivir como Dios quiere que viva, por qué ansiar cosas diferentes…y peores?
Porque uno de los grandes atavismos es ignorar que lo que imaginamos como bueno o hasta grandioso, no es nada comparado con lo que el Eterno tiene para mí.
Salmo 104:41-43
Diego Acosta / Neide Ferreira