Desde que he asumido mi condición de hijo de Dios, tengo totalmente claro que los hombres nos debatimos ante dos opciones.
No hay para mí, nada más para elegir que entre alejarme o acercarme a Dios.
Lo que significa que solamente ante esos dos caminos, es necesario elegir uno, porque los resultados son tan opuestos, que parecería que no deberíamos equivocarnos.
Sin embargo también he pensado, como sabiendo esto tan concluyente, a veces tomo la decisión equivocada con graves daños personales.
Me pregunto: Por qué nos cuesta tanto aprender esta sencilla lección?
Tal vez sea por eso, porque es sencilla pero tremenda en sus resultados. Tanto para lo bueno como para lo malo.
Haciendo memoria de mi vida, puedo recordar cada vez que tomé la decisión correcta y cada vez que por pura aceptación de mi humana condición, hice lo que me pareció, sin atender las razones de Dios.
Los deseos carnales, aquellos que pueden dominar nuestro corazón, nos llevan a pensar que podemos prescindir de los mandatos del Soberano, sin sufrir las consecuencias.
En otras palabras: Hemos escuchado la voz del enemigo, que nos hace entrar en rebeldía, alabando y elevando la condición del hombre, más allá de lo que el Creador ha establecido.
Entonces, es cuando desandamos el camino y con angustias y penas, nos colocamos delante de Dios para pedir por su Misericordia.
Por qué somos capaces de llegar a estos extremos?
Porque nos olvidamos que el Todopoderoso de Israel está en el control de todo y de todos. Que no hay un momento de nuestra vida que no dependa de su Voluntad.
Junto a ÉL y en obediencia, estaremos cuidados por su mano de Amor!
Salmo 73:27-28
Diego Acosta / Neide Ferreira