La Palabra de Dios enfatiza constantemente acerca de la diferencia que existe entre lo que decimos y lo que hacemos, como una demostración de nuestras imperfecciones.
Este es un punto para remarcar, especialmente cuando asumimos posturas públicas que nos identifican como creyentes y cuando desde esa perspectiva abrimos juicios sobre otros hermanos.
Lo primero que deberíamos de tener en cuenta en estas situaciones, es hacer una reflexión serena y objetiva acerca de lo que somos y de lo que decimos que somos.
Puede que todo lo que digamos tenga un gran valor, pero también puede ocurrir que lo que evidenciamos de nuestra vida nos contradiga de tal manera, que todo lo manifestado pierde su importancia.
Esta es la enseñanza de la Biblia: Que nuestros dichos se comparezcan con nuestros hechos. Pero no es solo de la imagen pública sobre la que estamos hablando.
Estamos haciendo referencia a la totalidad de nuestras actitudes, a todo lo que hemos hecho en el pasado y como nos hemos comportado en cada circunstancia.
Esto es lo que determina que hay algunos siervos de Dios que a lo largo de los años han mantenido sus ministerios, porque evidentemente sus hechos respaldan sus dichos.
Antes de hablar, nos incluimos, analicemos nuestros hechos, para que puedan reafirmar todo lo que digamos. Solamente así podremos hablar con firmeza sobre las cosas de Dios y de los hombres.
Lucas 6:42
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira