La altivez de los hombres queda en evidencia cuando se la compara con el Soberano sobre todas las cosas. Cuando admiramos a alguien por su poder, basta compararlo con Él, para ubicarlo en su verdadero lugar.
Seguramente por esto es que somos advertidos acerca de lo efímero de nuestra vida, con relación a los tremendos esfuerzos que hacemos para perdurar en el tiempo.
Cada uno según sus posibilidades busca diferenciarse de los demás y sobre todo, que quienes nos sucedan hagan memoria de nosotros para que el tiempo no borre nuestros nombres.
Los que obran vanidosamene a partir de tener determinadas aptitudes o haber realizado determinadas obras, buscan el reconocimiento de quienes son sus contemporáneos.
A lo largo de la historia en cada país, seguramente se podrá hacer mención a hombres y mujeres que hicieron esfuerzos desesperados por trascender, por tratar de no haber pasado en vano entre los suyos.
Por esa razón es que nos olvidamos de esos otros hombres y de esas otras mujeres, que tal vez nunca hicieron nada espectacular, pero permanecen en la memoria fiel de quienes están agradecidos por sus pequeños gestos.
Haber dado ayuda, haber dado una mano solidaria a quién lo necesitaba, quizás nunca tendrá notoriedad, pero siempre quedará alguien agradecido que se acuerde de lo que hicimos.
No dejemos que la vanidad nos desvíe de lo importante, aunque más no sea una sonrisa! Nunca comparemos nuestra semejanza con la de Dios!
Salmo 144:4
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira