CONTROLAR TODO…

Parece que forma parte de la naturaleza humana el querer tener todo bajo control, desde las personas hasta los hechos, pretendemos que nada se escape de nuestro arbitrio.

Nos afanamos de una manera constante en que nada se escape de nuestra mirada o de nuestro conocimiento, tratando de ser en última instancia la autoridad dominante.

Lo sorprendente es que esta forma de actuar no es solo distintiva de las personas importantes, sino también de quienes teniendo menos relevancia se afanan por controlar lo que está a su alcance.

Seguramente todos nos olvidamos cuando Moisés recibió de su suegro el sabio consejo de dejar en manos de otras personas actuaciones que a él lo agotaban más allá de lo razonable.

Puede que el ejemplo sea muy bueno, pero también puede que choque frontalmente contra nuestro afán de hacer sentir nuestra autoridad, de hacer oír nuestra última palabra.

Pero obrando así, tal vez perdamos de vista lo esencial del ejemplo de Moisés y el consejo de su suegro. La cuestión más relevante es que no solo que admitió el consejo sino que tuvo la humildad de aceptar su error.

Desear el control de todo puede ser tomado como un síntoma de responsabilidad, pero también puede ser considerado como un presuntuoso propósito de ocupar el lugar de Dios, que sí es el Soberano sobre todo.

Génesis 18:19-23

Diego Acosta García

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