A veces nos quejamos amargamente por tener algunos anhelos incumplidos.
A veces también incluso le reclamamos al propio Dios por esas cosas que guardamos en el corazón y que parece que no se cumplirán nunca.
Y así nos pasamos años y años esperando que llegue el cumplimiento de algunos de nuestros sueños más deseados.
Hasta que un día ocurre el milagro!
Inesperadamente ocurre algo muy importante y a partir de ese hecho, comienza a gestarse la realidad del anhelo.
Sucede que nuestra mirada tiene poco alcance y llega hasta una distancia muy corta de nuestra propia nariz, como se diría coloquialmente.
Pero la visión del Soberano es tan Grandiosa, que se proyecta infinitamente más allá de nuestros pensamientos más lejanos.
Y además debemos recordar que Él nos conoce desde antes que fuéramos engendrados y por tanto sabe de nosotros, como nadie más.
En esto pensaba cuando conocí la historia de un hermano que había vivido casi exactamente esta situación y pudo comprobar cómo es el Plan de Dios para los hombres.
El amigo de la historia luego de los grandes momentos de alegría que vivió tras cumplirse su viejo anhelo, hizo una observación muy interesante.
Si Dios me hubiera concedido que pudiera concretar el sueño de mi vida, en el momento en el que se lo pedí, me hubiera destruido.
Sencillamente porque no hubiera sido capaz de asimilar todo lo que ocurre en torno a ese anhelo y el resultado habría sido catastrófico.
Hoy puedo disfrutar de lo que el Eterno me concedió, porque durante años me ha preparado para recibirlo!
Salmo 39:7
Diego Acosta / Neide Ferreira