La noche del sábado 11 y el domingo 12, hubo en dos distintos lugares de Estados Unidos, una recordación hacia una mundialmente famosa cantante que había fallecido horas antes.
Los momentos de recuerdo tuvieron como lugar común el reconocimiento a una mujer de éxito y también el reconocimiento de la cruda realidad del drama personal.
En Los Ángeles en la entrega de los Premios Grammy, que son los que consagran a los grandes triunfadores de la música en el mundo, se despidió a Whitney Houston con emocionadas palabras.
Pero la recordación más especial se registró en Newark, más precisamente en The New Hope Baptist Church, la Iglesia fundada por su abuelo, donde comenzó a cantar en el coro la hermana Whitney a los 11 años.
En el culto del domingo 12 quienes la conocieron decían que Dios se la había llevado, como una forma de expresar que se había puesto fin a una vida tan exitosa como difícil en lo personal.
Las adicciones a las drogas y los graves problemas conyugales marcaron los últimos años de una mujer que fue tan notablemente exitosa como persona que debió soportar grandes padecimientos.
Podría decirse que una vez más la historia vuelve a repetirse como afirmaba Eclesiastés, la historia del éxito y también de las vidas sufridas, como un severo llamado de atención para la sociedad y porqué no, para los creyentes.
Diego Acosta García