En qué nos diferenciamos los seguidores de Jesús de quienes viven en el mundo?
Rápidamente podemos contestar que en todo, porque somos hombres nacidos de nuevo y mujeres nacidas de nuevo.
Seguramente esto es lo que declaramos convencidos de que estamos diciendo lo correcto. Otra cosa bien distinta es que estemos en lo cierto.
Este planteamiento me surgió cuando pude comprobar cómo estaba actuando en una determinada situación, en la que debí haber obrado de una manera totalmente diferente a lo que estaba haciendo.
Me pregunté: Esto lo hubiera hecho Jesús?
La respuesta me golpeó duramente porque fue negativa, extremadamente negativa. Qué me estaba ocurriendo, para apartarme tanto de las enseñanzas del Salvador?
Pacientemente comencé a recordar mis hechos, aquellos que por su importancia podían haber determinado que mis actitudes hubieran sido ejemplares o no.
Me recordé en ese tiempo cuando alguien me comentó que es tan grande nuestra responsabilidad, que debemos pensar que tal vez seamos en un momento determinado la única referencia que una persona haya tenido de Jesús.
Si la actitud que esa persona vio, tal vez pueda pensar en cambiar su vida. Si por el contrario lo que esa persona vio, se parece a su forma cotidiana de obrar, nada habrá visto del Mesías.
Doloroso pero cierto. Nuestra militancia como hijos de Dios debe ser constante, permanente. Porque no sabemos quién nos está mirando y con qué ánimo nos está mirando.
Por estas razones debemos abandonar las malas prácticas, aquellas que nos pueden identificar con el mundo y si en cambio, mostrarnos como personas nuevas por la Obra maravillosa de Jesús.
Judas 21
Diego Acosta / Neide Ferreira