Quién puede afirmar que alguna vez no obró arrebatadamente? Quién puede afirmar que no se lamentó de haber obrado de esa manera? Quién cambiaría esas decisiones por otras?
Estas reflexiones nos surgen como consecuencia de haber vivido muchas experiencias de ese tipo, simplemente porque es una manera de obrar de las personas que tienen un determinado carácter.
Los impulsos muchas veces gobiernan nuestros hechos, así como nuestra boca habla antes de reflexionar acerca de lo que vayamos a decir. Tanto una actitud, como la otra, siempre nos llevan a cometer errores.
Es sorprendente que esto ocurra con personas que tienen conocimiento de la Palabra de Dios, que tienen fundamentos acerca de cómo debemos obrar los cristianos.
Pero no es menos evidente que en algunas ocasiones, las circunstancias nos llevan a seguir el primer impulso y entonces obramos con arrebato, sin medir ni pensar en las consecuencias.
La Palabra nos habla del dominio propio y también nos lleva a que reflexionemos acerca de la necesidad de controlar nuestros comportamientos de manera que no seamos insensatos.
Cuidemos nuestros impulsos y no obremos con los arrebatos que son más propios de personas que no conocen a Dios, que de quienes nos consideramos sus hijos.
2 Timoteo 1:7
Diego Acosta García