Es sorprendente como desde diversos sectores de la sociedad se trata de relativizar los efectos de las drogas sobre las personas. Incluso se ha llegado a hablar de los efectos benéficos que produce su consumo. Nada se comenta sobre los daños muchas veces irreparables en el cuerpo de quienes consumen, los daños morales y espirituales y la degradación que produce la necesidad de seguir comprando para seguir consumiendo.
Un comentario especializado en Medicina del Trabajo en Brasil, resume algunas de las consecuencias del consumo de drogas, verificado a través de las revisiones prprofesionales.
Efectos sobre el cuerpo:
La marihuana a través del torrente sanguíneo pasa a todos los tejidos del cuerpo. Las sensaciones que produce están relacionadas el nivel de delta 9THC preparaciones (que varía de acuerdo con la parte de la planta utilizada y la forma en que se preparan), a través de la entrada y la absorción delta 9THC. Los efectos producidos varían mucho de un individuo a otro y dependen de la personalidad e incluso están relacionados con el nivel de experiencia del uso de drogas de la persona.
Efectos y los daños causados genéricamente por el consumo de cannabis:
Período inicial de euforia, que se traduce en una sensación de bienestar y de felicidad, seguida de la relajación y somnolencia.
Cuando la ingesta se realiza en grupos, se producen risas espontáneas con gritos sin ninguna clase de moderación en respuesta a los estímulos verbales.
La siguiente fase se manifiesta con la pérdida de definición del tiempo y el espacio. Los minutos y las horas transcurren más lentamente, al punto que un minuto puede suponer una hora o más. Lo mismo ocurre con las distancias que se estiman en un grado muy superior al que en realidad tiene. Un buen ejemplo es un túnel que en la realidad tiene 10 metros, puede convertirse en uno de alrededor de 100 metros.
Otras consecuencias:
Afecciones en la coordinación motora en los desplazamientos con pérdida del equilibrio y la estabilidad.
Inexactitudes en las funciones intelectuales y cognitivas.
Se produce también un mayor flujo de ideas que generan que se pueda pensar más rápido que la capacidad de hablar, lo que obstaculiza el desarrollo oral de la comunicación, la concentración, el aprendizaje y la actividad intelectual.
Otra manifestación es la aparición de ideas confusas.
En el cuerpo se aprecia un aumento del ritmo cardíaco, que puede entenderse como taquicardia. Se hace notoria la hiperemia de la conjuntiva, cuya manifestación son los ojos rojos. También se produce un aumento del apetito, especialmente para los dulces, con la boca y la garganta muy secas.
Las dosis más altas pueden producir:
Alucinaciones, delirios y paranoia.
Pensamientos confusos y desorganizados.
Sensación de pérdida de la personalidad, acompañada por ansiedad y angustia que pueden llevar a estados de pánico. Este cuadro se completa con miedo a la muerte.
En el cuerpo se produce la sensación de pesadez de los miembros y la incapacidad para mantener relaciones sexuales, llegando incluso a la impotencia.
En un cierto tiempo la marihuana o el cannabis puede producir:
Funcionamiento con severas restricciones de los pulmones y afecciones también severas en el sistema cardiovascular.
Riesgo mayor de desarrollar cáncer de pulmón.
Reducción del sistema inmunológico, generando la reducción de las defensas, aumentando el riesgo de infecciones.
Dolor de garganta y tos.
Aumenta el riesgo de isquemia cardíaca o taquicardia, con percepción de los latidos del corazón.
Es posible que haya quienes intenten desacreditar estos informes o los califiquen de alarmistas o desproporcionados. Pero quienes hemos estado en contacto con drogadictos, ayudando a su recuperación podemos dar fe de su veracidad. El drama de las familias de los afectados, constituye también un testimonio de los brutales daños de la droga.
Es tiempo de actuar y no aceptar las engañosas explicaciones. No nos dejemos llevar por quienes abusando de su notoriedad, engañan, mienten y pervienten. Nos referimos por ejemplo, a los Beatles o los Rolling Stone, sus satánicas majestades.
Diego Acosta García