CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO

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DOS SEÑORES…

Jesús nos advirtió con rotundidad que no podíamos servir a dos señores.

Muchos podremos pensar que esas palabras estuvieron y están dirigidas a otras personas. Lo que en la práctica significa que nos excluimos de ese grupo de hombres y mujeres que podemos llegar a servir a dos señores.

Entre otras cosas porque nos negamos a aceptar que en nuestra vida cotidiana tenemos dos amos a los que servimos.

Esta idea la descartamos totalmente de nuestra mente, porque consideramos que nuestra existencia está signada por nuestra fe en Jesucristo.

Como casi todas las cosas de los humanos, podemos tener una parte de razón, pero lo preocupante es la otra parte en la que no tenemos el respaldo de la razón.

Si alguien me preguntara en forma directa si sirvo a dos señores, le diría categóricamente que no. Pero si ese alguien insistiera en su pregunta, quizás comenzaría a dudar seriamente de mis posturas.

Sirvo o no sirvo a dos señores?

La raíz de la cuestión radica en interpretar que es exactamente lo que significa tener dos amos. Uno obviamente es Jesús, si nos declaramos sus seguidores y aspiramos a ser sus discípulos, como es mi caso personal.

Pero el otro amo, quién es?

O tal vez sea más correcto preguntarse: Quienes más están representados por ese amo al que también servimos?

En este punto quizás comencemos a comprender la profundidad de este tema!

Otras servidumbres tenemos cuando somos seducidos por las propuestas del mundo, a pesar de que se contradicen con los principios de nuestra fe.

Otras servidumbres son los momentos en los que nos abandonamos a las supuestas certezas de las personas que nos rodean y aceptamos cosas o situaciones, que son absolutamente inaceptables. Pero que lo hacemos para no sentirnos marginados o excluidos de nuestro pequeño círculo de amistades o de relaciones.

Otras servidumbres son la cobardía con la que declinamos defender nuestros principios y buscamos disimularlos o encubrirlos para que no sean advertidos por los demás.

Esto sin contar la decisiva influencia que puede tener en nuestros comportamientos el dios mammon, el dios dinero.

Cuando hablemos de otro amo o de otro señor en nuestra vida, no seamos irreflexivos y pensemos antes de responder negativamente.

Hagamos caso de nuestra conciencia, de la obra del Espíritu, para entender que nuestra respuesta negativa, muchas veces esconde lo peor que podemos hacer: engañarnos nosotros mismos.

Sirvamos con la valentía que viene de lo Alto, al único Señor que debemos de tener en nuestra vida: A Jesús!

Diego Acosta

www.septimomilenio.com