LA REBELIÓN Y LA CAÍDA DEL HOMBRE – VI
Génesis 3:6
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Este versículo hace una síntesis maravillosa de todo lo que lleva al hombre desde la tentación al pecado: Lo primero, que lo que árbol brindaba era bueno. Entonces, por qué negarse a lo bueno?
También era agradable, otro de los elementos fundamentales de la tentación. Además de bueno, resulta muy atractivo a los ojos, uno de los sentidos más peligrosos que tenemos los hombres, para llevarnos por el camino del pecado.
Finalmente aquello que tiene que ver con el anhelo de nuestro corazón: Codiciable…Podemos afirmar que esta es la primera referencia a este tremendo deseo en nuestro interior. La codicia nos afecta por completo y nos hacer perder la referencia de lo que está bien y de lo que sabemos que está mal.
Eva apreció que Satanás tenía razón en todo lo que le había dicho y que no habría comprendido bien al propio Dios.
La seducción y el engaño elevados a su máxima expresión!
La barrera de la disciplina, el límite de lo vedado, estaban cayendo en este momento supremo de la historia de la humanidad.
El primer pecado de los padres de la especie, comenzaba a consumarse en el maravilloso escenario del Edén.
Las promesas hechas por Satanás habían triunfado sobre el ánimo de Eva, que encontró que aquello que era bueno, agradable y codiciable, finalmente le daría la sabiduría que la haría igual a Dios. En ese convencimiento comió el fruto del árbol prohibido y su esposo también aceptó el ofrecimiento de comer de aquello sobre lo que él precisamente, había sido advertido.
Adán dejó de cumplir con lo que Dios había establecido, es decir dejó de ser la cabeza de la familia para permitir que su esposa lo hiciera partícipe del engaño satánico.
La dimensión de este error nos debe hacer reflexionar acerca de lo que ocurre cuando un hombre declina su condición de jefe de la familia, de sacerdote de su hogar y se somete a los arbitrios de su mujer.
También debería hacer reflexionar a la mujer acerca de las consecuencias de querer ocupar el lugar del hombre en la familia. En todo caso, su gran responsabilidad debe ser obrar de manera opuesta. Lograr que su esposo ocupe el lugar que Dios le ha determinado.
Diego Acosta