LA REBELDÍA Y LA CAÍDA DEL HOMBRE – XI
Jehová tras haber hablado con la mujer, se dirige ahora al primer ser de la humanidad.
Génesis 3:17
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
La vida de Adán cambia radicalmente.
Pasó de ser el interlocutor de Dios en el Edén a una nueva situación. El pecado siempre trae consecuencias.
Nuevas palabras se incorporan a la vida de los hombres: Dolor, aflicción, cansancio, humillación.
Jehová formula los cargos:
Por obedecer la voz de tu mujer, ignorando lo que específicamente se le había ordenado, que él sería la autoridad en la familia, que él sería la guía espiritual en el hogar.
Por haber comido el fruto del árbol del que le había mandado no comer.
Jehová hace notorias las consecuencias:
La Tierra que había sido Creada con Amor, ahora era maldecida a causa del pecado del hombre. Todo lo Creado quedaba bajo la maldición.
También el hombre había perdido su condición de vida en el Edén y ahora será obligado a comer de la tierra, con el dolor que produce el esfuerzo cotidiano.
Y finalmente el hombre perdió su condición de eternal y quedó bajo la nueva disposición, de que sus días serían contados en la tierra, es decir hasta su muerte.
Podemos discernir las tremendas consecuencias que sufrimos los seres humanos cuando caemos en la desobediencia y alteramos el orden que el Todopoderoso estableció como normas de vida, desde la Creación y para siempre.
La mujer actuó temerariamente apartándose de la protección de Adán, sin esperar su consejo ni tampoco respetando la condición que Dios le había otorgado a su esposo de ser cabeza de la familia.
El hombre pecó gravemente por ignorar el mandato recibido como jefe del hogar y en cambio se sometió a las pretensiones de su mujer, violando lo establecido por Dios.
Cuando alteramos las normas fundamentales, las consecuencias son desastrosas.
Dios en su infinito Amor y en su infinita Misericordia hacia las joyas de su Creación, no obró ni con odio ni con rencor. En el momento mismo del pecado, comenzó a obrar para el Plan de Salvación de Adán y Eva y de toda la especie.
Diego Acosta