OÍR…

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A nadie se le escapa que oír es una decisión muy concreta. Si lo deseamos hacer, lo hacemos. Caso contrario, aunque escuchemos no le prestaremos atención.

Esta es la realidad con que nos enfrentamos bastante a menudo quienes nos llamamos hijos de Dios. No siempre estamos interesados en escuchar.

Esto es lo que planteó el salmista Asaf cuando habló al pueblo de Israel y de su conducta frente a Dios, de su actitud de no escucharlo.

Debemos ser conscientes que lo que le ocurrió a Israel como nación, también es válido para cada uno de nosotros como personas.
Las situaciones y los ejemplos son aleccionadores, precisamente por esa razón, porque son válidos en muchas situaciones.

Recuerdo cuántas veces a lo largo de mi vida de creyente me pareció oír la Palabra de Dios, pero siempre o casi siempre, hice prevalecer la mía contra la suya.

Esto es posible que ocurra?

Por supuesto que sí!

Pero, y las consecuencias?

Nadie cuenta los resultados de sus decisiones, cuando son adversos, porque a casi nadie le place reconocer un error.

Por eso es que somos capaces de persistir en conductas equivocadas, para que nuestros errores iniciales no sean advertidos por nadie.

Pero Dios lo sabe todo!

Por eso el salmista lleva a Israel el mensaje de Jehová: Si me hubieran oído les hubiera entregado a sus enemigos y habría vuelto su mano de Poder sobre sus adversarios.

Pero Israel decidió no oír al Eterno y se privaron de ser sustentados con lo mejor del trigo y ser saciados con la miel de la peña.

Es lo mismo que nos puede ocurrir, si decidimos no oír a Dios!

Salmo 81:11-12

Diego Acosta / Neide Ferreira

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