En este tiempo como en otros tiempos, los hombres tenemos y tuvieron la debilidad de idolatrar a quienes no debíamos y no debían.
Por extensión esto significa que idolatramos a personas que no lo merecen o a figuras que nosotros mismos construimos con nuestras manos.
Siempre, estaremos haciendo mal!
No hay seres humanos que merezcan ser idolatrados ni figuras hechas por manos que un día perderán su fuerza.
Cualquier forma de idolatría será siempre castigada por Dios!
Esto fue lo que ocurrió con los israelíes en tiempos de los Jueces con el rey Abimelec. Hubo quienes lo siguieron y a ello se refirió Jehová.
Si querían gozarse con él, podían hacerlo y si Abimelec, se quería gozar con sus seguidores, también lo podía hacer.
La cuestión era lo que el propio Jehová dispondría ante tamaña rebelión, disimulada bajo las formas engañosas de seguir a un líder, a un ídolo.
Jotam, el hermano de Abimelec huyó de su presencia por el miedo que le inspiraba y finalmente hubo palabra de Jehová.
Es en este punto donde nos debemos detener para analizar lo que hacemos con nuestra propia vida, constatar si verdaderamente estamos convirtiendo a hombres en nuestros ídolos.
Ningún hombre puede ser ídolo de nadie, porque es perecedero como todos, su gloria y su poder se desvanecerán en el encuentro con el polvo de donde proviene.
Solamente el Todopoderoso debe ser nuestro Dios!
Nadie como ÉL, nadie superior a ÉL y todos inferiores a ÉL.
No olvidemos que esto es lo que está escrito en su Palabra y por tanto es la única Verdad.
Jueces 9:20-23
Diego Acosta/ Neide Ferreira