Las personas que son propensas a obrar por impulsos, como es mi caso, estamos siempre bordeando la zona peligrosa que está cercana al abismo.
Por tremendista que resulte esta afirmación, así es como obramos en muchas circunstancias y así son de grandes los riesgos que corremos.
En el orden natural de los hechos, lo razonable sería antes de obrar poner la cuestión que sea en oración y recién entonces, cuando hayamos recibido la respuesta, obrar en consecuencia.
O descartar de plano el proyecto en el que habíamos colocado buena parte de nuestros anhelos!
Este último pensamiento es el que más descartamos quienes obramos de manera casi desaprensiva, poniendo o anteponiendo primero nuestra voluntad y luego la de Quién detenta la verdadera Voluntad Soberana.
De haber aplicado estos razonamientos, tal vez mi vida hubiera sido bastante diferente, con menos tropiezos, con menos problemas y sobre todo con más obediencia al Señor.
Este tema fue uno de los que más que costó entender cuando por la Gracia fui llamado por el Eterno para ser parte de su familia.
Interpreté que el bautismo en las aguas solucionaba todo, pero resulta más que evidente que el bautismo es un acto de fe pública que aceptamos a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador.
A partir de entonces es cuando debemos avanzar en el difícil camino de poner por obras nuestra fe, principalmente en lo que se relaciona con la obediencia.
Siempre debemos orar ANTES y nunca, después de obrar!
Esta sencilla fórmula es la que se nos demanda para ser fieles y es la que nos evitará los pasos equivocados de la desobediencia.
Hechos 5:29
Diego Acosta / Neide Ferreira