Pertenezco al grupo de personas que casi nunca tienen temor para hacer determinadas cosas, que en principio son dificultosas.
No estoy hablando de valentía, simplemente de esa dosis de osadía que se basa en la confianza que tengo en el Poder del Señor.
Es por esto que una vez más me siento impresionado de cómo obra el Eterno, en aquellas circunstancias que parecen dificultades gigantescas, frente a mi pequeñez.
Pero la lección que he sacado de un nuevo episodio, donde he podido ver la Mano Misericordiosa, que resolvió de una manera asombrosa, algo que era muy difícil de lograr, me ha alentado a contarla como testimonio.
Esto es algo nuevo?
No.
Es algo que se ha repetido a lo largo de la historia?
Si.
Entonces, por qué llama tanto la atención?
Tal vez porque los hombres, empezando por mí, siempre ponemos la confianza en nuestras propias fuerzas, porque nos consideramos capaces de realizar cosas que nos colocarían en la posición de super-hombres.
Ignorando la realidad, de que nada somos, que si no fuera por el Amor de Dios, habríamos sido destruidos por peligros que ni siquiera fuimos capaces de advertir.
Eso ha sido lo ocurrido, cuando debí afrontar una situación que en principio se mostraba inalcanzable para mis menguantes fuerzas.
Pero es en esas circunstancias, cuando tengo la capacidad de reconocer mi grado de inferioridad, es cuando se glorifica el Eterno.
Frente a eso toda adversidad se derrumba y todo se torna posible. Porque la Gracia del Señor hacia mí, torna posible lo que resulta imposible.
Oremos para que la Gracia del Todopoderoso esté siempre sobre nuestra vida.
1 Samuel 12:24
Diego Acosta / Neide Ferreira