Si alguno de nosotros pudiera elegir libremente para hacer solamente lo que nos gusta o nos satisface, con toda seguridad dejaríamos apartados muchos compromisos importantes.
Y en esto debemos ser muy precisos: debemos ser capaces de determinar cuáles son las cosas que nos gustan y cuáles son las que debemos hacer, nos satisfagan o no.
Si seguimos con esta forma de analizar la cuestión, pronto nos daríamos cuenta que las cosas que nos gustan no son necesariamente las más importantes.
Ni siquiera pueden ser aquellas a las que estamos comprometidos a asumir por nuestra condición de creyentes y por tanto, se nos presenta un problema que debemos resolver.
En su ministerio terrenal Jesús nos dio múltiples ejemplos de que hizo lo que debía, sin postergar ninguna visita por incómoda que fuera ni dejar de hacer determinados gestos, por ingratos que pudieran resultar.
Esta es la verdadera cuestión. Sobreponernos a nosotros mismos y tener la capacidad y la humildad de pedir ayuda al Espíritu para que nos guíe y nos fortalezca para hacer todo lo que debemos.
Jesús es el Camino y transitar por sendas estrechas no siempre nos puede resultar agradable y no siempre nos dará satisfacciones terrenales, pero sí podemos tener la certeza de que estaremos haciendo lo que debemos.
Salmos 25:4
Diego Acosta García