Jesús tuvo una enorme preocupación durante su Ministerio Terrenal, con relación a algo que es parte de la condición humana.
Que no es otra cosa que confiar en el dinero, como fuente de seguridad, de tranquilidad, no solo para el presente sino para el futuro.
Por esta razón es que advirtió que al Padre le había placido darnos el Reino, porque es lo verdaderamente importante.
Cuántas personas hubo a lo largo de los tiempos que confiaron totalmente en sus riquezas y al final de la vida, nada les evitó el terror de la muerte.
La certeza de que todos habremos de morir, condiciona al hombre a una serie de actitudes que no hacen otra cosa que confirmar la dureza del corazón.
Yo he pensado muchas veces en esto y tengo que reconocer que con cierto temor he pensado en el futuro.
Sin embargo cada día que pasa y naturalmente me voy haciendo más viejo, comprendo que la única seguridad que puedo tener, está en mi fe.
Solamente la confianza en el Todopoderoso es lo que aleja las tormentas de las dudas y los temores de las acechanzas, que tenemos las personas cuando las personas vamos menguando en nuestra fuerza física.
Me puedo imaginar a un joven leyendo esto y pensando, que él todavía tiempo tiene para forjarse una posición que lo aleje de los temores de la vejez.
Pero nada de lo que haga un joven o nada de lo que haga un hombre mayor, es comparable con la certeza que podemos tener en el corazón, de que el Señor es nuestro Cobijo, nuestra Guarda.
Por estas razones, seamos sabios y guardemos nuestro corazón para Jesús.
Lucas 12:32-34
Diego Acosta / Neide Ferreira