Una de estas noches me desperté sobresaltado a causa de un sueño y de su final.
Soñé que un hombre tuvo oportunidad de conocer a un personaje muy importante, que solícitamente lo atendió e incluso hasta le pidió un favor.
El hombre del sueño se lo hizo y pensó que su vida podría cambiar por haber conocido a un personaje, que le debía un favor.
Comenzó entonces a imaginarse cosas que ese nuevo amigo le podría facilitar, llenando su vida de nuevas situaciones y también teniendo la posibilidad de conocer a otros hombres importantes.
Cuando comentó con esta nueva relación como le podría mejorar su situación personal, el hombre le pidió una breve pausa.
Ante los ojos del personaje de mi sueño, el notable se reunió con otros notables y abandonaron el lugar donde se encontraban.
Ante ello el hombre del sueño, lo llamó y le hizo notar su presencia. Ante su insistencia, el personaje le hizo un desdeñoso gesto con la mano…y desapareció.
El quejido angustioso del hombre que había confiado del personaje…me despertó.
Fin del sueño…para él y para mí.
Me quedé un largo rato pensando en lo que había sucedido en el sueño y pude discernir, por obra del Espíritu, que era una enseñanza y una advertencia para mí.
Enseñanza por la brutalidad con que se comportó el importante con el hombre más sencillo. Advertencia, para estar atento y que no me ocurra a mí, lo que le sucedió al desolado protagonista del sueño.
No debemos confiar en nadie, que no sea el Señor!
Solamente en Él podemos depositar nuestra confianza y nunca nos defraudará!
Jeremías 17:5
Diego Acosta / Neide Ferreira