Las grandes masas de arena que forman parte de la superficie de la Tierra, tienen un carácter emblemático llamativo.
Nada más concreto para hablar de cuestiones esenciales como la falta de agua y por tanto la angustia de la sed, como las imágenes de un desierto.
Del mismo modo podemos hablar de falta de provisión o de dificilísima provisión en un medio que es tan hostil a los humanos.
Podríamos decir que hasta los niños de una cierta edad perciben la naturaleza del desierto y de lo que puede significar la existencia de una persona en un lugar semejante.
Estas son algunas de las perspectivas que nos provoca el desierto!
Siempre he pensado que es mucho más grave el desierto personal que el físico. Al final siempre habrá alguna manera de encontrar la forma de supervivir en las tremendas condiciones de los grandes arenales.
Incluso hasta de poder superar esa pérdida de relación de los sentidos, cuando podamos estar rodeados de superficies cambiantes según como soplen los vientos.
Pero el desierto interior, es más difícil todavía!
Es el que nos acompaña desde la mañana hasta la noche y es el que nos hace perder también el sentido de la realidad cuando debemos afrontar una prueba tras otra.
Quién haya vivido en esta dolorosa forma del desierto, convendrá conmigo lo difícil que es encontrar una salida hacia situaciones más propicias.
Lo difícil que resulta advertir que la solución la tenemos delante nuestro, como el sol que nos agobia sin piedad. Pero la alternativa existe! Solo debemos dar un paso hacia Jesús y encontrarnos con su perdón y su renuevo.
Salmos 68:6
Diego Acosta / Neide Ferreira