Muchos conflictos entre las personas se podrían evitar adoptando actitudes drásticas, aunque en su momento puedan resultar difíciles.
En las congregaciones los conflictos entre los hermanos son más graves, porque tienen otro carácter dado que se trata de hombres y mujeres que deberían estar animados por un mismo sentir.
Es notable como en ambos casos las soluciones son muy parecidas, pero demandan posiciones muy concretas que no siempre estamos dispuestos a adoptar.
Definiendo el origen de las contiendas, se entenderá mejor la raíz del problema y la profundidad de la solución a utilizar.
Hay personas que tienen la ingrata capacidad de burlarse de los demás. En una acción que se suele ejemplificar como escarnecer. Y quién lo hace, se convierte en un escarnecedor.
Algunas veces por prudencia y en otras por exceso de tolerancia, se permite que quién se burla de alguien, no solo cumpla con su papel sino que casi siempre busca y encuentra cómplices para su deplorable comportamiento.
La cuestión es: Que hacemos con el escarnecedor?
En una congregación la cuestión se convierte en muy problemática, porque frecuentemente se eluden las responsabilidades para impedir que estas cosas sucedan.
Bien por comisión o bien por omisión, lo cierto es que recién se llega a obrar cuando las situaciones han llegado a sus puntos extremos.
Pero en la Palabra de Dios encontramos una contundente solución: Debemos apartar al burlador para que de esta manera la armonía y las heridas causadas, puedan ser restauradas.
No debemos ser temerosos de obrar según lo que el Creador ha establecido. No hacerlo, nos convierte en cómplices solidarios de las malas prácticas.
Proverbios 22:10
Diego Acosta / Neide Ferreira