Con una cierta sorpresa leí el comentario de una persona que hablaba coloquialmente, de las cosas que hacía, para impresionar a los demás.
Sintetizaba ese proceder con una palabra extremadamente gráfica, que deriva de la más seria que es la postura, es decir la actitud que se adopta frente a una determinada situación o asunto.
La palabra es “postureo”.
Esta, podríamos decir, desenfadada demostración de someterse a las reglas del mundo, tiene sin embargo un trasfondo mucho más importante y mucho más grave.
Jesús, llamó hipócritas a los discípulos!
ÉL fue rotundo en su afirmación por cuanto advertía que los hombres que lo seguían más cercanamente, estaban asumiendo actitudes que no eran aceptables.
El fingimiento no es una cualidad de un hombre o de una mujer que se llama hijo o hija de Dios!
El fingimiento es uno de los mayores flagelos que padece el mundo, porque nadie está seguro de nadie ni puede confiar en nadie.
Este ambiente corrosivo es el que lleva al disimulo y el descaro a formar parte del carácter y del modo de obrar de quienes luchan cotidianamente por vivir, en un mundo cruel y desesperanzado.
Si el Hijo del Hombre llamó hipócritas a los suyos, como llamaría ahora a quienes hacen del fingimiento una norma de conducta permanente?
Reflexionemos sobre la grave afirmación del Mesías, porque tiene implícita una consecuencia que puede resultar inevitable, en el camino de la Salvación.
El fingimiento es lo contrario de la lealtad, de la fidelidad y de las buenas obras.
Perseveremos en lo bueno, para que nunca se nos pueda llamar hipócritas!
Mateo 15:7
Diego Acosta / Neide Ferreira