Me asombro por las veces en que me sorprendo teniendo actitudes, que si me las plantearan como una posibilidad, las rechazaría drásticamente.
Esa energía, mejor la debería reservar para guardarme de mis propias actitudes, que además de sorprenderme me dejan una amarga sensación.
Que finalmente no es otra, que la de advertir como debemos luchar contra nuestra propia carnalidad, todo el día, todos los días…
Ocasionalmente, tuve oportunidad de dejar una porción de comida, para que otras personas la pudieran disfrutar y con ese único propósito la deposité cuidadosamente en un lugar que consideré apropiado.
Minutos después pude ver desde mi ventana, como una pareja advertía el paquete y se lo llevaban con muestras de alegría.
Fue en ese momento en que me sentí superior!
No solo por no precisar de la comida sino por poder ver cómo le resultaba provechosa a otras personas. Ese gesto disfrazado de bondad, no era otra cosa que prepotencia.
Cuántas veces hemos sido advertidos en la Palabra de Dios, de guardar nuestro corazón!
Y pareciera que ese mandato no nos concierne e incluso, hasta que tiene una cierta dosis de rigor excesivo!
Así es como reaccionamos o como reacciono frente a aquello que el Eterno nos reclama!
Confieso que me quedé un largo rato mirando por la ventana, guardando en mi memoria la escena que había presenciado con la comida.
Ese tiempo resultó bueno, porque mi supuesta superioridad se vio reemplazada por el arrepentimiento y por la auténtica Misericordia.
Nunca permitamos que en nuestro corazón albergue la soberbia, disfrazada de amor al prójimo!
Proverbios 16:18
Antes del quebrantamiento es la soberbia,
Y antes de la caída la altivez de espíritu.
Diego Acosta / Neide Ferreira