Las opiniones de los hombres son cambiantes y también lo son las instituciones que los hombres integran.
Esas opiniones se convierten en flagrantes contradicciones, como lo fue el Sanedrín de los judíos en Jerusalén.
Poncio Pilatos a la hora de juzgar al Mesías, finalmente fue convencido de condenarlo cuando los judíos le argumentaron que la sangre de Jesús caería sobre ellos y sobre sus hijos.
Estaba demasiado claro que los judíos aceptaban su responsabilidad por la muerte del Hijo del Hombre, que había conmovido a una parte importante de la comunidad.
Sin embargo años más tarde cuando el Sanedrín tuvo que juzgar a Pedro y Juan, plantearon que se quería poner sobre ellos la sangre de un hombre.
Habían pasado pocos años entre un episodio y otro, pero es importante que seamos conscientes de cómo cambiamos de criterios los hombres.
Sobre todo cuando apreciamos que las consecuencias de nuestros actos pueden llevarnos a situaciones graves y obviamente que nos sean adversas.
Estos dos ejemplos los deberíamos de asumir como propios a lo largo de nuestra vida!
No puedo decir que mi conducta será siempre la misma!
Tampoco puedo afirmar que las conductas de quienes me rodean serán coherentes!
Por tanto es absolutamente necesario que aprendamos la lección de que todos nuestros hechos, deben estar inspirados por el Espíritu y avalados por Su Aprobación.
Solamente así podremos asumir el Juicio final de nuestra vida, mostrando una actitud firme y de acuerdo a lo que nos haya mandado el Espíritu.
La contradicción no debe ser una actitud propia de quienes nos llamamos hijos de Dios y de ser inspirados por el Santo Espíritu.
Hechos 5:28
Diciendo: ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre.
Diego acosta / Neide Ferreira