Una persona se preguntaba acerca de si eran buenas o malas las dudas, teniendo en cuenta que en el mundo en el que vivimos hay muchas razones para tener este tipo de actitudes.
Podríamos decir que en ocasiones las dudas son legítimas y también podríamos decir que a veces están justificadas, lo que no quiere decir que podemos vivir dudando.
Una cosa es dudar en un determinado momento y otra muy distinta es dudar permanentemente, porque estaríamos demostrando la poca solidez de nuestras convicciones.
La duda es legítima cuando nos ayuda a aclarar una cuestión, algo sobre lo que tenemos que resolver o también algo sobre lo que debemos aceptar como válido.
Distinto es que ante cualquier situación dudemos. No un día sino todos los días, porque estaremos evidenciando que nuestro sustento espiritual no es lo suficientemente sólido como para afrontar las pruebas de la vida.
Por esta razón cuando dudemos tratemos de resolver con diligencia el motivo que nos provoca ese estado de ánimo, para que podamos ser miembros activos del Reino.
Cuando dudemos apelemos al mejor método para resolver inquietudes, que no es otro que la oración y junto con nuestra oración, consultemos el fundamento de nuestra fe: La Palabra de Dios.
Mateo 21:21
Diego Acosta García