Algunas personas tienen una gran capacidad para hacer preguntas que cuestionan directamente las enseñanzas de Jesús, no por contrariarlas sino por el afán de racionalizarlo todo.
No hace mucho en una reunión de la que participábamos varias personas, una de ellas preguntó: Como es posible que podamos mover un monte? La respuesta inmediata fue: Porque lo dijo Jesús.
Sí, yo se que lo dijo, pero se puede entender que uno de nosotros pueda mover un monte, con solo mandárselo? La insistencia cambió el clima de la reunión.
La mayoría nos miramos y entonces hubo una comprensión generalizada, que a esta persona se le deberían dar otro tipo de argumentos, distintos a los utilizados hasta el momento.
Jesús relacionó el hecho de que podamos mover montes, con la medida de nuestra fe. Y le dijimos: Por ejemplo, tú mismo, con la naturaleza de tu pregunta difícilmente podrías mover un monte.
El Espíritu obró y por fin esta persona se sonrió y dijo: Es evidente, con esta fe que yo tengo, seguramente no podría mover ni siquiera la hojita de un árbol.
Esto nos movió a reflexionar acerca de nuestra propia fe. Es tan grande como para mover un monte o tiene la medida de para mover una pequeña hojita de árbol? Cuál es nuestra medida?
Marcos 11:23
Diego Acosta García