Es indudable que cada uno de nosotros debe asumir la plena responsabilidad de sus actos, porque es propio que cada persona sea la dueña de sus decisiones.
Este planteamiento nos lleva a saber si lo que decidimos en un determinado momento fue bueno o fue malo, según los resultados y según sus consecuencias.
Muchos de nosotros hemos vivido años de acuerdo a estas normas que tienen una relación directa con el mundo, con la forma en que se vive en la sociedad.
Pero y Dios? Su presencia es decisiva a partir del momento en que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, porque comenzamos a vivir de una manera diferente.
Seguimos siendo plenamente responsables de nuestros hechos, pero ahora sabemos que deben estar sujetos a la Voluntad Soberana del Eterno y están bajo su bendición.
Es importante que entendamos que aún así tenemos la capacidad plena del libre albedrío, es decir podemos obrar como nos parezca bien, pero apartándonos de la Gracia del Señor.
Por esto es que cuando debamos tomar decisiones, las sometamos a la Autoridad de Dios, para que nos revele que es lo mejor para nuestras vidas, porque siempre eso será superior a lo bueno que nosotros pensamos.
Salmos 40:8
Diego Acosta García