Los seres humanos tenemos la tendencia a imaginar grandes situaciones que nos tienen por protagonistas principales, dejando que nuestra mente gire en forma vertiginosa.
Con tanta grandiosidad y con tanta imaginación sobre lo irreal, dejamos de percibir otras situaciones absolutamente reales y preciosas desde la perspectiva espiritual.
Perdemos la perspectiva de aquellos momentos que Dios en su infinita Misericordia nos regala todos los días y dejamos que se marchiten como flores cortadas.
Una vez más nos debemos preguntar: Por qué nos ocurre esto? Simplemente porque nuestra imaginación queda descontrolada en lugar de someterla a la autoridad de Jesús.
Nuestra mente nos lleva a las emociones y a los sentimientos, que son los peores consejeros que podamos tener, porque se nutren de nuestros elementos más primitivos.
Sin embargo Dios nos sigue regalando momentos maravillosos, esperando seguramente que reacciones y nos demos cuenta que lo grandioso e irreal, no tiene que ver con su Amor.
Por esta razón aprendamos a agradecer los pequeños acontecimientos que nos toca vivir, sabiendo que son los que el Eterno ha preparado para que recordemos que lo bueno es enemigo de lo mejor.
Salmos 9:1
Diego Acosta García