En estos tiempos en los que usamos palabras rimbombantes pero vaciadas de contenido, debemos prestar especial atención a la palabra amistad por todo lo que representa.
Tener un amigo significa tener un compromiso que se basa en principios tan relevantes como son la honestidad, la verdad, el deseo de no defraudar y de ser diligentes en la relación.
Pueden ser nuestros amigos las personas con las que tenemos trato diario? En la mayoría de los casos no. Se trata de compañeros de trabajo, que pueden llegar a ser excelentes compañeros.
La amistad supera ese nivel de relación porque se basa en un carácter más amplio, en otro tipo de entendimiento y sobre todo en la comunión en torno a principios fundamentales.
Podríamos preguntarnos entonces: podemos ser amigos de personas que no sean creyentes? La respuesta es afirmativa, porque podemos encontrar en hombres y mujeres del mundo valores importantes.
Precisamente en esa amplitud de criterios es que se basa el concepto de relación que se diferencia de cuando somos compañeros de trabajos, conocidos con los que nos vemos frecuentemente.
Hasta podría darse el caso que nuestro amigo o nuestra amiga sea una persona a la que veamos muy pocas veces, pero con la tenemos el grado de relación tan profundo que supera al tiempo y al espacio.
Tener amigos es además, poner en práctica los principios de amor y misericordia que debemos de tener por el prójimo, por cuanto podemos ser ejemplares para ellos y para su Salvación.
Juan 15:13
Diego Acosta García