En algunas ocasiones podemos llegar a pensar que determinados pedidos que se nos hacen son una especie de honra para nuestros conocimientos o también para nuestras capacidades.
Son los momentos en los que debemos luchar contra nuestro orgullo o con nuestra vanidad por creernos que en determinadas cuestiones, somos superiores a los demás.
Es precisamente entonces cuando debemos asumir que cualquier pedido que se nos formule con relación a nuestra supuesta sabiduría, no es otra cosa que servicio.
Debemos ser plenamente conscientes que debemos dar aquello que se nos pide con la mayor humildad, porque nada de lo que somos o de lo que sabemos nos pertenece.
Todo lo hemos recibido por gracia y por tanto por gracia lo debemos dar. Debemos luchar contra nuestra mente y también contra nuestros sentimientos y nuestras emociones.
No somos mejores que nadie y por tanto no debemos albergar en nuestro interior ningún gesto de superioridad o de sentirnos importantes, porque se nos pida algo.
No estamos en el mundo para la vana-gloria, sino para todo lo contrario, pues cada uno de nuestros gestos debe ser una enseñanza silenciosa para quienes están creciendo en la fe.
Demos gracias al Señor porque podamos servir a otras personas o a otros hermanos, porque es una maravillosa oportunidad de convertirnos en discípulos fieles y humildes.
Romanos 9:12
Diego Acosta García