Cuando pensamos en las cosas de Dios generalmente lo hacemos desde la perspectiva de que formamos parte de una gran familia, en la que todos tenemos un lugar.
Esta visión de la relación con el Eterno es correcta, pero sin embargo existe otra que es tan importante como esa y es la que también nos debe preocupar.
Somos parte de la familia del Señor, pero la familia está formada individualmente por todos y cada uno de nosotros, lo que nos mantiene la identidad personal.
Es decir: siendo parte de la gran familia del Señor, somos hombres y mujeres que tenemos una identidad y que seremos llamados uno por uno el Día del Juicio.
En ese momento no podremos hablar en plural, sino que lo tendremos que hacer en singular, porque tendremos que responder por cada uno de nuestros actos.
Entonces no valdrán los argumentos de aquello que hicimos en conjunto ni lo que dejamos de hacer porque juntos con otros, decidimos que no era conveniente.
El Día del Juicio tendremos que responder por nosotros mismos y por tanto es necesario que nos preparemos para ese momento, sabiendo que seremos responsables de todos nuestros actos y sus consecuencias.
Romanos 2:5
Diego Acosta García