Cuántos de nosotros parece haber edificado su vida sobre la arena, pensando que era lo más fácil e incluso lo más bonito porque asociamos la arena con lo placentero.
Todo nos parece bien porque disfrutamos de ese placer que produce la arena, tanto para verla como para tocarla y comenzamos a creer que está bien que hayamos construido sobre ella.
Pero un día descubrimos que eso que teníamos como una gran certeza, no es así. Un día descubrimos que aquello que nos provocaba placer nos puede provocar una tremenda pérdida.
Entonces advertiremos que la fatuidad de levantar nuestra vida sobre la arena era más fácil y placentera, pero más peligrosa y menos sensata de lo que creíamos.
Un día veremos como nuestra vida se desmorona porque estaba asentada sobre la arena, que además de bonita suele ser movediza y está más expuesta a los cambios.
Nos recordaremos en esos momentos que deberíamos haber construido nuestra vida sobre la Roca, que es mucho más difícil, quizás mucho más áspera, pero infinitamente segura.
Tengamos cuidado donde edificamos nuestra vida. Si nos dejamos llevar por nuestra naturaleza, seguramente construiremos en un lugar placentero, pero lejos de la única Roca que nos dará firmeza siempre. Hasta el último día.
Mateo 7:26
Diego Acosta García