Las águilas nos dan una gran enseñanza con relación a la relación que tienen con sus hijos y la necesidad de ayudarlos a que vivan según su propia condición.
Es sorprendente como las águilas guardan a sus polluelos en las alturas grandiosas donde viven, hasta que un día deciden que las crías deben aprender a volar.
Algunas lo hacen por propia decisión pero la mayoría requiere de un gesto que nos llena de asombro: Las águilas lanzan a sus hijos al vacío para que aprendan a volar.
Es evidente que lo hacen con el instinto del que sabe que en un determinado momento podrían llegar a intervenir para que la cría no se estrelle.
Pero también es neesario el gesto de obligar a los hijos a asumir que ya están en el tiempo de aprender a volar, que es lo mismo que decir que el tiempo de aprender a vivir.
Este grandioso ejemplo nos debe hacer reflexionar acerca de la actitud que tenemos con relación a nuestros hijos y a las enseñanzas que les debemos dar para que sean capaces de volar como las águilas.
No les debemos enseñar la comodidad de los saltitos, ni de la seguridad que se puede lograr haciendo pequeños vuelos. Estamos llamados a ser águilas y debemos aprender de sus comportamientos.
Isaías 40:31
Diego Acosta García