Conmemoramos el grandioso triunfo de la Vida sobre la Muerte, que no es otra cosa que el cumplimiento de las profecías que anunciaban que así habría de ser.

Jesús, muerto y sepultado está vivo para dar a los hombres la plena certeza de que las promesas sobre la Vida Eterna son tan reales como lo que cada uno está leyendo en estos momentos.

Puede que muchos a pesar de esto, sigan dudando y consideramos que es legítimo que lo hagan pues están ejerciendo su derecho al libre albedrío que se nos ha concedido.

Pero también debemos de tener la certeza que todo tiene su límite y con las cosas de Dios también hay límites. Todo será hasta el día en que Él diga basta con relación a cada uno de nosotros.

En ese día no habrá más promesas y las que había habrán caducado para siempre. Tuvimos oportunidades y fuimos capaces de no tener la mínima misericordia de concedérnoslas.

Para los que hemos creído y seguimos creyendo queda por delante el largo camino del cumplimiento de la Gran Comisión, tal vez la única razón por la que estamos en el mundo.

No estamos para seguir cumpliendo años de vida, sino para utilizar cada año de vida en servir a quienes lo necesitan y trabajar con integridad sabiendo que la Resurrección Gloriosa es la garantía Eterna.

Mateo 28:1-10
Diego Acosta García