A veces quienes nos llamamos hijos de Dios precisamos un milagro, pero con carácter de urgente, por una perentoria necesidad que debemos satisfacer en un cortísimo plazo.
Y entonces ocurre el milagro. El Eterno sabe todas las cosas y por supuesto sabe también lo que verdaderamente precisamos y no lo que nos gustaría tener o disfrutar.
En esto consiste entender que nuestro Dios es Soberano sobre todas las cosas, Soberano sobre todas las voluntades y Soberano sobre todos los hechos.
De allí la importancia que tiene que en el momento de la prueba angustiosa seamos capaces de seguir confiando, de tirar del manto como hizo la mujer enferma durante tantos años.
Quienes en la hora de la necesidad extrema reniegan del Señor, no solo agravan su problema sino que pierden la única posibilidad verdadera de encontrar Misericordia en el momento más necesario.
Dios no precisa hacer milagros para hacernos recordar Quién es, pero sí hace milagros porque su promesa es que nunca abandonará a los suyos y menos cuando lo precisamos por una auténtica emergencia.
Cuando necesitemos de un milagro, clamemos con confianza porque el Señor sabe lo que precisamos, sabe cuándo se tiene que resolver y sabe que siendo sus hijos, somos su responsabilidad.
Daniel 4:2
Diego Acosta García