Hay momentos en los que parece que lo único posible es repensar de nuevo todas las situaciones y analizarlas desde una nueva perspectiva, para no caer en el desánimo o la indiferencia.
Pareciera que estas conclusiones son muy extremas, pero el desánimo es una posibilidad muy concreta que se puede originar, cuando no entendemos lo que nos está sucediendo.
La indiferencia nos podría sumir en una especie de indolencia hacia todo y hacia todos, alejándonos de los principios según los cuales debemos vivir y en eso se basa su peligrosidad.
Decía un maestro que cuando la tormenta arrecia, lo mejor es arriar las velas de nuestra nave para que el palo principal que las sostiene no se deteriore.
Preservar ese palo firme de la fe es lo mejor que se puede hacer cuando nos enfrentamos con situaciones con apariencia de crisis, cuando en realidad se trata que estamos ante un nuevo camino.
En la hora de la dificultad lo más prudente ha sido y será tener una actitud de firmeza en cuanto a los principios y de flexibilidad en cuanto a las situaciones.
Tendremos así la oración como el recurso supremo para clamar por Misericordia y Sabiduría de lo Alto, para que podamos pensar en lo que nos ocurre y poder tomar las mejores decisiones.
2 Corintios 3:5
Diego Acosta García