Si no cuidamos de un niño pequeño pasará hambre.
Si no lo cuidamos del frío, podrá enfermarse.
Si no lo educamos, no tendrá normas.
En la vida de los nuevos creyentes ocurren situaciones similares, utilizando la figura de un niño muy pequeño que debe ser cuidado porque es incapaz de hacerlo por si mismo.
De allí la importancia que tiene cuando asumimos en una congregación la presencia de hombres y mujeres recién convertidos al Señor y que deben ser cuidados con el mayor esmero.
En nuestra condición de hermanos mayores debemos guiarlos con amor y misericordia por los mismos caminos por los que a su vez, nosotros también fuimos guiados.
Lo que sí debemos de tener en cuenta que más que las palabras lo que importan son los hechos. Como podremos hablar de que somos hermanos, si no nos comportamos como hermanos?
Como podremos hablar de obediencia si no somos obedientes?
Como podremos hablar de compromiso si nuestros hechos demuestran todo lo contrario?
Asumir la presencia de nuevos hermanos en la fe es una enorme responsabilidad que comprende no solo al liderazgo de una congregación, sino también a todos sus miembros.
Cada uno en el lugar en que le toque actuar tendrá su parte en el guiado y cuidado de los hombres y mujeres que el Señor ha añadido a nuestra Iglesia. Nunca olvidemos que esto nos será reclamado!
1 Pedro 5:3
Diego Acosta García