Todo lo que imaginamos los hombres está relacionado según nuestra propia dimensión, si somos prudentes ambicionaremos menos y si somos avarientos ambicionaremos más.
Siempre ha sido así. Nuestras medidas son las medidas naturales de los seres humanos. Nunca conseguimos traspasar esos límites porque se escapan a nuestra imaginación.
Desde esa perspectiva es que valoramos todo. Consideramos a algunas personas pobres porque no tienen dinero y consideramos a otras ricas porque lo tienen en cantidad.
Nunca pensamos que una persona pobre puede ser muy rica espiritualmente, porque es un concepto que no pertenece a la escala de los valores del mundo.
Pero si es rica le adjudicamos un valor aún mayor, porque le damos importancia a lo que vemos y a las ventajas que podemos lograr estando al lado de un poderoso.
Este esquema de pensamiento y de obrar no hace otra cosa que limitarnos porque aparentemente nunca seremos algo sino tenemos dinero y siempre seremos importantes si lo tenemos.
Frente a esto los que nos llamamos hijos de Dios debemos reaccionar y pensar cuál es nuestra actitud frente a esta desmesura que castiga lo poco y premia lo mucho, materialmente hablando.
Pensemos que las razones de los hombres son limitadas.
Las razones de Dios son eternas.
Oremos para comprender la dimensión divina para alejarnos de la terrenal.
Salmos 45:6
Diego Acosta García