Preparando la reunión para festejar un significativo cumpleaños de la abuela, la madre hablaba con su hija menor explicándole lo importante que era haber llegado a tantos años de vida.
La niña escuchaba con interés y dijo: Pero si la abuela es una viejita! La madre la miró sonriente y le contestó que sí, que la abuela era una viejita y que eso era muy bueno.
La niña insistió: Pero si está toda arrugadita, no escucha bien y a veces se olvida de las cosas que le digo. Claro, le dijo la madre, eso nos ocurrirá a todos cuando lleguemos más o menos a su edad.
La pequeña se puso muy seria diciendo: Entonces yo no quiero llegar a vieja como la abuela. Me gustaría ser una niña sin arrugas y con el pelo castaño como tengo ahora.
Eso te podrá gustar, pero los hombres y las mujeres a medida que crecemos vamos teniendo etapas, somos padres y tenemos hijos como tú y tenemos una madre mayor como tu abuela.
Si mamá, eso es lo que nos enseñaron en la escuela dominical: Que nacemos y vivimos como todas las personas, pero lo más importante es que tengamos a Jesús, como la abuela.
Juan 3:36
Diego Acosta García