Un maestro explicaba a sus pequeños alumnos que los cuerpos pesados se hundían en el agua. Un niño fue a su casa y le repitió lo que había aprendido a su padre.
Para su sorpresa, el padre le dijo que el maestro se había equivocado, porque no todos los cuerpos se hunden en el agua. Y le dijo: Recuérdale a tu maestro el caso del Mar Muerto.
Esto fue lo que hizo el niño y el docente no pudo evitar una sonrisa de perplejidad porque se había olvidado lo del Mar Muerto y ahora quedaba evidenciado su error.
Esta simple historia revela como los hombres nos podemos equivocar en cualquier momento y en cualquier tema, por grande que sea el conocimiento que tengamos.
El caso del maestro es también el caso de muchos de nosotros que pensamos que estamos en poder de la verdad en todo lo que decimos, olvidando que no somos más que seres humanos.
Por esta razón la Biblia nos advierte que Dios confunde a los sabios, a los petulantes, a los hombres y mujeres que alardean de sus conocimientos y hacen a menos a quienes no los tienen en su medida.
Seamos sabios y comprendamos que de nuestros propios errores podemos aprender y de nuestros errores también podemos sacar una gran lección sobre un tema fundamental: La humildad.
Proverbios 15:31
Diego Acosta García